Revista Minotauro Digital (1997-2013)
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Septiembre 2006
Título: El candidato melancólicoJosé Antonio Millán, después del éxito de su anterior libro, Perdón imposible. Guía para una puntuación más rica y consciente, nos ofrece ahora El candidato melancólico, que como indica su subtítulo nos cuenta “De dónde vienen las palabras, cómo viajan, por qué cambian y las historias que llevan dentro…”. El propio título es también ejemplo de lo que vamos a encontrar, pues el “candidato melancólico” podría “traducirse” como “el hombre vestido de blanco que tenía la bilis negra” atendiendo a la etimología de cándido (del latín candidus, ‘blanco’) y de melancólico (del griego melas, ‘negro’ y kholé, ‘bilis’). Como huevos de pascua, las palabras esconden sorpresas que al indicarnos su origen y el camino que han seguido hasta el uso actual de hoy nos explican mejor nuestra lengua y nuestro mundo. Y eso más o menos es este libro que, de forma muy amena, con un lenguaje sencillo y cercano, recorre esos caminos de la lengua.
El candidato melancólico es, por tanto, una obra divulgativa destinada al llamado gran público (curiosa expresión por otra parte, pues para un autor todo público es o debería ser grande) que sin embargo es también una lectura agradecida por parte de quienes nos movemos habitualmente en el campo de la filología. Lo importante, además de disfrutar de una lectura agradable, es que el libro consigue lo que el autor comenta en un momento de la obra: “tomar conciencia de la compleja maravilla de la lengua que usamos sin darnos cuenta puede hacernos desear conocerla mejor, utilizar bien sus tesoros”, es decir, que como también indica al final; probablemente el lector “empezará a mirar de otra manera las palabras que salen de su boca o las que escribe”.
El libro recorre en cada uno de los breves capítulos un camino en torno a una forma de creación de nuevas palabras (onomatopeyas, metáforas, préstamos, derivaciones, etc) o casos curiosos de evoluciones de términos como sucede con las denominaciones relacionadas con las necesidades corporales o algunos nombres de prendas de vestir (curioso y divertido es el largo proceso que lleva del calceus latino para zapato a nuestro actual calcetín, mientras la pieza de vestir va creciendo y menguando con el paso del tiempo y dejando a su vez una estela de nuevas palabras).
Es interesante por ejemplo que las onomatopeyas que podrían considerarse las palabras menos arbitrarías -si es que alguna lo es realmente- de la lengua (porque como comentaba un etimólogo francés del s. XIX “hay palabras que la naturaleza parece haber enseñado a todos los pueblos”) sin embargo son también diferentes en distintas lenguas como sucede con el canto del gallo (kikirikí en español, pero cocoricó en francés, o cock-a-doodle-doo en inglés, ¿será que los gallos realmente cacarean distinto en cada país?) e incluso dentro de la misma lengua cambian con el tiempo, pues la llamada en la puerta era antes “ta, ta” y no “toc, toc” como ahora.
El lenguaje, como la poesía, también crea nuevas palabras por el uso metafórico de las mismas y así nos aparecen nuevos términos por comparación por ejemplo con el cuerpo humano como recoge Millán en un capitulo (que por cierto, también deriva de cabeza a través de la letra que lo era de una parte de un libro) dedicado a las que se relacionan con la cabeza (capataz, capitán, capital, etc) y los pies (pedestre, peón, etc.). Igualmente curioso es que la lengua camufla a menudo como nuestras muchas palabras provenientes de otras lenguas, que así han sobrevivido como propias (como gol y chute del ingles goal y shoot)
La etimología popular también hace surgir palabras, así la necromancia (adivinación que utiliza a los muertos, de nekrós, muerto) se transforma en nigromancia, por considerar que tenía relación con la magia negra. Y muchos otros ejemplos vienen de la formación de palabras a través del discurso religioso en latín, como busilis (“in diebus illis”) o adefesio (de “ad Ephesios”, por la epístola de San Pablo a los efesios), etc.
Otros capítulos interesantes son los dedicados a los viajes de las palabras (por ejemplo la palabra tabaco existía mucho antes que se descubriera el tabaco en el Nuevo Mundo y era de origen árabe); el dedicado a las diferentes denominaciones del golpe (en función de la parte del cuerpo con la que y/o a la que se da); el dedicado a “ese preciso lugar” y las denominaciones diferentes que ha tenido el cuarto de baño a lo largo de la historia y aún hoy (letrinas, necesarias, retrete, excusado, tocador, etc.); los eufemismos y el lenguaje “políticamente correcto”; los aumentativos y diminutivos; el dedicado a los nombres propios que generan nombres comunes, o por último el dedicado a la riqueza del griego que como un mecano tan útil nos sigue resultando para crear denominaciones para nuevos inventos.
El último capítulo se dedica a la tecnología y especialmente a Internet, mostrándonos como “viejas palabras que hablaban de cazadores y pescadores, de cuerdas y nudos, de artesanos textiles y de carpinteros, de personas que contaban con los dedos, y de pergaminos colgados de un hilo, pegados con cola o cosidos por el lomo dieron lugar al vocabulario central de la Era de la Información del Conocimiento”. Es decir que viejas palabras siguen dando nombre a lo más novedoso, pues al fin y al cabo, “digital” hace referencia a algo tan básico y antiguo como contar con los dedos.
El libro se cierra con unos útiles índices de “Conceptos, autores y obras”, “Lenguas de origen o tránsito” y sobre todo el de “Palabras y expresiones comentadas en el libro”. También cuenta con una pequeña pero fundamental bibliografía donde el lector interesado puede encontrar más información. Igualmente, como sucediera también con Perdón Imposible, cuenta con una web complementaria http://jamillan.com/candidato donde se encuentra material adicional y sobre todo la posibilidad de seguir aprendiendo y “jugando” con las palabras.
En definitiva el libro ofrece una explicación para más de 700 palabras pero sobre todo es un recorrido a modo de red de relaciones entre diferentes palabras, lenguas y épocas que nos hace entender la lengua como un organismo vivo que se adapta, se transforma e incluso se camufla para expresarse en cada momento de la mejor forma posible de acorde a las nuevas circunstancias.
Es de agradecer a autores como José Antonio Millán, el que nos acerque de forma amena y “divulgativa” la evolución de algo tan fundamental para todos como es la lengua y que muchas veces maltratamos o usamos sin prestarle demasiada atención.