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Mísitica: símbolo y frontera de Antonio Ríos Rojas
Noviembre 2007
A través de estas páginas intentaremos conducir a la literatura mística del siglo de oro español -de forma especial a Juan de la Cruz- a un espacio en el cual pueda desnudarse y mostrarse meramente como obra humana portadora de pensamientos, sentimientos, esperanzas y miedos. Sabemos que no necesita la mística española para ser desnudada más que ser leída y sentida desde estos aspectos humanos, es decir, sabemos que ella misma está en sí desnuda. Pero creemos conveniente desnudarla, acompañando este acto de una melodía filosófica, de manera que su desnudez aparezca como algo, no diremos natural, pero sí inteligible a la luz de comunes ansias y anhelos humanos, dejando de abordarla bajo el miedo y el “santo” temor a los que ha conducido el creer que tras las palabras del místico operaba el mismo Dios.
Creemos que llevarla a este espacio puede hacerse por múltiples caminos (melodías). Aquí he elegido dos de los muchos posibles. El concepto de símbolo y el concepto de límite o frontera. Ambos respiran un aire común: la idea de la angustia que nace en un mundo en el que muerte, dolor y finitud rodean a la vida, a la vez que la creencia religiosa señala lo que para el místico es un aire más puro: la posible unión con Dios que vence muerte, dolor y finitud, y que para otros no es sino un aire infectado.
De respirar un aire a otro, y de respirar la mezcla de ambos, el místico se convierte en un ser cambiante, ya que todos los aires le resultan irrespirables, no sólo el primero, ni la mezcla, sino que también el aire “puro” le envenena por exceso de pureza. Esta atmósfera le hace al místico vivir en un perpetuo movimiento que hemos llamado de “repliegue y despliegue”. El análisis de estos conceptos en los apartados 6, 7 y 8, constituyen el eje de este trabajo, desde el cual se entenderán los primeros apartados, que tienen un carácter más introductorio e histórico.
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