atrás

El otro petrarquismo, de M. Cinta Montagut

El otro petrarquismo

M. Cinta Montagut

Leer más

Luz. Light. Licht, de Luis Pablo Núñez

Luz. Light. Licht

Luis Pablo Núñez

Leer más

El libro de Angelina. Segunda Parte, de Fernando Figueroa Saavedra

El libro de
Angelina 2

Fernando Figueroa Saavedra

Leer más

El libro de Angelina, de Fernando Figueroa Saavedra

El libro de
Angelina

Fernando Figueroa Saavedra

Leer más

En torno a los márgenes, de Santiago Rodríguez Gerrerro-Strachan

En torno a los
márgenes

Santiago Rodríguez

Leer más

Graphitfragen, de Fernando Figueroa Saavedra

Graphitfragen

Fernando Figueroa Saavedra

Leer más

adelante

Revista Minotauro Digital (1997-2013)

Síguenos Puedes seguirnos en Facebook Puedes seguirnos en Twitter Puedes ver nuestros vídeos en youtube

Compártelo Comparte este texto en facebook

Literatura juvenil en España contemporánea

Por Pilar Pérez Barea

Diciembre 2002

En la apasionante misión de crear un libro participan elementos de carácter literario, artístico y editorial. Autores, ilustradores y editores han logrado situar a España entre uno de los mayores productores de libros destinados al público juvenil.

La etapa histórica a analizar comienza en 1935, fecha coincidente con la I Exposición del Libro Infantil, celebrada en el salón de actos del Círculo de Bellas Artes y organizada por la Cámara Oficial del Libro. Es el punto de partida de una prolongada evolución dentro del panorama editorial de contenido infantil y juvenil.

En torno a la debatida cuestión sobre la existencia de la literatura juvenil en España el francés Paul Hazard opinaba:

"No hay ningún autor español que haya escrito especialmente para la gente menuda y que, al hacerlo, haya encontrado la expresión en su genio peculiar."

Este profesor de literatura parecía desconocer el amplio panorama de escritores españoles que venían siendo destacados desde la década de los años treinta. Especialistas como Juan Antonio Bastinos, Folch i Torres o María Luz Morales.

En los años cuarenta Julián Pemartín se nos dio a conocer en la Editorial Calleja con su obra Garbancito de la Mancha.

Años posteriores, otro autor Pedro Collado, luego convertido en editor de sus propias obras, daba a conocer el famoso cuento La princesa de Pitiminí.

Así llegamos a los años sesenta con nombres tan destacados como Monserrat del Amo, Concha Fernández-Luna, Marta Osorio, Concha Castroviejo, Rafael Morales, Ana María Matute, Gloria Fuertes hasta autores tan consagrados como Joan Manuel Gisbert (Premio Nacional de Literatura) o Juan Farias, autor de Años difíciles, incluido en la Lista de Honor de la convocatoria del premio "Andersen" en el año 1984.

Junto a estos elementos de carácter literario conviven otros de carácter artístico. Me refiero a los ilustradores, quienes ,obviamente, desempeñan un rol principal en las lecturas juveniles.

Ilustración y literatura infantil / juvenil han sido términos estrechamente interrelacionados. Me viene al recuerdo las palabras que, con cierto tono impertinente, pronunciaba Alicia en el primer capítulo de sus aventuras en el país de las Maravillas: "¿De qué sirve un libro si no tiene dibujos o diálogos?".

La creatividad de los ilustradores exige una gran valoración especialmente cuando va destinada a los más jóvenes. Sus referentes visuales ayudan a enriquecer la lectura desde la edad más temprana; permiten recorrer los libros "leyendo sus dibujos", crear una cierta sensibilidad estética, o afinar los propios sentidos.

En España contamos con un prestigioso número de artistas que han dedicado sus creaciones a las páginas de los libros infantiles y juveniles. No podemos olvidar nombres como los de Palao, Ramos, Apeles Mestres, Freixas, Bartolozzi, Lola Anglada, Serra Masana, Longoria o Serny. Ilustradores que enriquecieron bellamente las ediciones infantiles durante los últimos años del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX.

Con respecto a las editoriales, las primeras aportaciones consagradas al libro infantil estaban presentes en el período comprendido entre 1885-1905. Entre los grupos editoriales más representativos cabe destacar la editorial Bastinos y la perteneciente a Saturnino Calleja. Ambas impulsarán un desarrollo industrial de las ediciones pensadas para los jóvenes lectores.

Otras editoriales, Hijos de Santiago Rodríguez, Magisterio Español, Hernando y Escuela Española ofrecían lecturas de un notable valor educativo.

La editorial Boris Bureba presentaba a mediados de los años cuarenta un actualizado y variado repertorio de colecciones; entre ellas destacar la serie "Te voy a contar..." que bebía de adaptaciones de los clásicos de la literatura: José Montero Alonso El Quijote y la Ilíada; o Juan Sampelayo, La Divina Comedia. Escelicer continua sus ediciones, que tuvieron su inicio durante los años de la guerra, con las colecciones Biblioteca de Lecturas Ejemplares, Biblioteca de Tía Tula y Biblioteca de Abril y Mayo, donde aparecieron obras de Carolina Toral o Carmen Martel entre otros.

Juventud y Aguilar reanudaron sus ediciones infantiles apenas finalizada la Guerra Civil. Aguilar, tras reeditar sus primeros títulos, añadía nuevas entregas de Elena Fortún con obras protagonizadas por Celia (Celia madrecita, 1939; Celia, institutriz de América, 1944).

La década de los cincuenta viene marcada por una renovada actitud hacia el libro y la literatura juvenil. Estos deseos llevan a la creación, en el año 1952, de la Junta Asesora de la Prensa Infantil, cuya labor se traduciría después en la Ordenación de las Publicaciones infantiles y juveniles (1955). En esta línea de trabajo destacar ,de nuevo, la notable aportación de la editorial Aguilar al completar sus anteriores lecturas con la serie agrupada en El Globo de Colores.

Ediciones Molino ofrecía títulos clásicos de aventuras, cercanos a los gustos juveniles (Julio Verne, Karl May). Por otro lado, Ediciones Cid dedicaba sus publicaciones a Antoñita la fantástica y ampliaba su galería de personajes infantiles con Pañolín Rompenubes (1953) de Marcial Suárez.

A finales de los años cincuenta encontramos una gran aportación renovadora presentada por la Editorial Doncel (1958). Entre sus colecciones publicadas destaca La Ballena Alegre, en la que publicaron sus obras Concha Castroviejo (El jardín de las siete puertas, 1961), o Carmen Vázquez Vigo (Mambrú no fue a la guerra, 1970) entre otros.

Otra editorial que contribuyó a la renovación desarrollada en los años sesenta fue Juventud, con títulos clásicos de la literatura infantil universal, muestra de ello son Las aventuras de "Mary Poppins" de Pamela L. Travers.

También cabe mencionar dos editoriales preocupadas por esta renovación: Anaya y Santillana. Años más tarde llegarían a ocupar un lugar importante en la edición de libros de texto. Anaya recogía en sus colecciones Pez y Luna y Menta y Limón relatos de Elisabet Mulder, (Las noches del gato verde, 1965), y de Concha Fernández-Luna (Aventuras de Pito y Pico, 1964). Por otro lado, Santillana se orientaba hacia biografías pensadas para el lector juvenil (Colección La Forja) o las antologías de textos literarios escritos en español, recogidos en La Biblioteca Juvenil Iberoamericana.

Otras de las grandes y destacadas colecciones nacidas en los años sesenta fue la titulada Grandes Autores para Niños, publicada por la editorial Lumen. En ella encontramos obras de Oscar Wilde, o Selman Lagerlöf .

La década de los setenta se va a caracterizar por "una preocupación social hacia los valores de la literatura creada para el niño". Destacables son las colecciones lanzadas por Editorial Altea, tales como, La Gran Travesía, Biblioteca Visual, además de la Enciclopedia de Aficiones, o Libros para Mirar.

En los años ochenta se produce un marcado replanteamiento editorial, mostrando mayor preocupación en ofrecer series específicas propias de las distintas edades. Así Altea ofrecía las series Nuestro Barrio, Unos Cuantos Cuentos y Cuentos de Siempre; o la serie Altea Junior destinada a las edades superiores.

Ediciones S.M. no solo se va a ocupar de los textos escolares; en 1980 lanza sus primeras colecciones infantiles: El Barco de Vapor- cuentos y novelas destinadas a los lectores infantiles-, y Gran Angular – novelas con una temática más cercana al interés de los jóvenes.

Como punto final mencionar a Espasa-Calpe y Austral Juvenil. Ambas han sabido consolidarse dentro de las editoriales rigurosas en el género.

Admiración y agradecimiento a todos los autores, ilustradores y editores por su contribución a la edición infantil y juvenil española. Gracias por haber conseguido que muchos jóvenes conviertan un libro en un compañero, en un amigo inseparable.
Minotauro Digital le propone más información sobre literatura infantil y juvenil, el libro "CIEN LIBROS PARA UN SIGLO: UNA HISTORIA DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL DEL SIGLO XX A TRAVES DE CIEN LIBROS". Leer más >>
Valentín Pérez Venzalá (Editor). NIF: 51927088B. Avda. Pablo Neruda, 130 - info[arrobita]minobitia.com - Tél. 620 76 52 60