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El primer siglo después de Béatrice de Amin Maalouf
Abril 2005
Título: El primer siglo después de Béatrice
Autor: Amin Maalouf
Traducción: M. Concepción Garcia-Lomas
Edita: Alianza
Género: Novela
Precio: 7 €
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Maalouf, el escritor libanés (1949) residente en Francia, ofrece un planteamiento curioso en esta novela breve que, en general, se lee con facilidad. Presenta una especie de alegoría en que el planeta aparece dividido en dos bloques, el Norte y el Sur, separados sin remedio por lo que él denomina la “falla horizontal”, que en realidad no es más que la imposición del capitalismo a ultranza.
Sobre este mismo guión, con mayor o menor dosis de fantasía, se ha generado mucha literatura y cine que, en mi opinión, siempre ha adolecido de un excesivo tratamiento tecnológico y que ha dado lo que todos conocemos por el género de ciencia-ficción. Sin embargo, Maalouf sabe aderezar ese punto de partida con una historia de amor (la del narrador con Clarence) y con una sublimación de su sentido de la paternidad siempre que concierna a su hija Beatrice, esa niña soñada por él desde siempre. De manera que el relato se híbrida a la par que se humaniza.
Tanta trascendencia atribuye el personaje al elemento femenino en general y al nacimiento de su hija en concreto, que se produce un hito histórico, una sincronización de relojes y una vuelta a empezar a partir del año cero. Todo lo que suceda después se fechará a partir del nacimiento de Beatrice (de ahí el título de la novela)
Beatrice representa aquí la esperanza, sobre todo desde que el mundo ha puesto en circulación la “sustancia” que privilegia el nacimiento de hijos varones. En origen, no es una decisión de ingeniería genética, como suele ocurrir en otras novelas del género, sino que se enraíza en el profundo sentido patriarcal y machista de las antiguas tribus y en la existencia de esa “sustancia” asociada mediante hechicería al escarabajo sagrado del Antiguo Egipto, cuya ingesta por parte del varón favorece la procreación de varones. Esa creencia popular, cuyo resultado no se discute, es aprovechada por ciertas industrias farmacéuticas para producirlo de forma masiva y distribuirlo por el planeta. Se da lugar así a un profundo desequilibrio y a la amenaza de la extinción de la raza humana.
Pero existe un paso previo: en cuanto el Sur se percata de que ha sido manipulado y de que ya apenas nacen mujeres en sus tribus, se generaliza la rebelión contra los representantes del Norte en sus países (colonizadores) y contra sus propios dirigentes corruptos; en una segunda fase, se producen los raptos y violaciones de las escasas mujeres existentes; en una tercera fase, el Sur trata de desplazarse al Norte:
“...de todo el Cercano o Lejano Oriente, y de áfrica,m y también de los tugurios del Nuevo Mundo, los hombres siguen huyendo, siempre que pueden, por barco o a lomos de mula. Son los últimos portadores de antiguas luces, escapan como las palabras de un moribundo. Para llegar al Norte, el norte del Mediterráneo, el norte de Río Grande, no necesitan brújula, sus antepasados les precedieron, el camino está inscrito en sus genes, su dureza es llevadera y sus rigores están salvados de antemano. En los países de acogida, muchos se consideran invadidos; pero, ¿qué hacer?, no se tira de nuevo un náufrago al mar.” (pág. 143)
Esta extraña historia viene contada por un narrador en primera persona, lo que le confiere el valor de un testimonio de primera mano. Por si no resultase suficiente, este personaje es entomólogo de profesión. En un plano realista, sirve para conectar con la creencia de los poderes del escarabajo sagrado de Egipto. En un plano sugerido, sustenta la capacidad de observador del testigo que analiza la realidad de su mundo bajo la lente de su microscopio.
La historia está escrita con corrección, pero se pone de manifiesto que el propósito de Maalouf es menos literario que de advertencia. De hecho, hay algunas páginas, tanto de reflexión como de análisis histórico, que pesan bastante. El autor se convierte a ratos en profeta agorero. Los peligros que anuncia, las situaciones que presenta, están ya aquí, es cierto, pero entre todas las posibles formas de evolución, elige la peor. Seguramente, le mueven criterios pedagógicos, pero da la sensación de que se le ha ido un poco la mano.
Por otra parte, la construcción del personaje narrador protagonista resulta demasiado perfecta: una autoridad en su campo profesional (especialista en coleópteros, también triunfa cuando a sus 50 años se entrega al estudio de los lepidópteros); perfecto amante (total libertad a su compañera Clarence, en movimientos y en ideas; no sólo eso, sino que colabora con ella, le facilita todos sus pasos y se somete a ella); perfecto padre (asume él solo la educación y crianza de la hija y se entrega a ella con verdadero espíritu maternal). No es verosímil. Demasiado bello para ser real.
El alegato queda ahí con una sola concesión. Ya al final del libro, cuando el caos se ha apoderado del planeta y él decide refugiarse en la montaña con los suyos, aflora ese punto de egoísmo que a mi juicio, resta valor a lo demás: “Y además, en este instante, y no me avergüenza decirlo, mi única preocupación es sustraer a mi tribu de las turbulencias del mundo, preservarla tanto como sea posible de la violencia y del abatimiento, y reservar para la alegría de vivir un espacio en mi minúsculo reino...” (pág. 155)
E.Z., Berango