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La piel del vigilante, de Raúl Quinto
Septiembre 2005
Título: La piel del vigilante (Premio Andalucía joven de poesía 2004)
Autor: Raul Quinto
Edita: DVD Ediciones
Género: Poesía
Páginas: 72
Precio: 8 €
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Al igual que en el citado primer libro, Raúl Quinto emplea un lenguaje surrealista y simbolista apoyado en unos versos de corte clásico que adquiere una gran fuerza al recrear una atmósfera cautivadora e inquietante. El tema escogido –la identidad- podría caer en un tópico de no ser por la forma en la que el autor decide abordarlo: la construcción de pequeńos monólogos a través de las personalidades y obsesiones de los personajes de un cómic, pero no de uno cualquiera, sino del considerado el mejor de la historia:
Watchmen, guionizado por Alan Moore y Dave Gibbons, y que por los ochenta -época en la que fue realizado- supuso un giro en su industria. Dicho tebeo se centra en la Guerra Fría y nos presenta a una serie de antiguos superheroes que deciden volver al trabajo ante una serie de asesinatos que desvelarán un peligro mayor. La gran diversidad de caracteres de estos personajes permite a Quinto elaborar arquetipos de conductas humanas con la intencionalidad de que el lector pueda sentirse identificado, al mismo tiempo que despersonaliza el discurso poético al estar éste compuesto de tantas voces como poemas haya en el libro. Pero no por esto ha de pensarse que se trata de un libro hermético: puede ser leído por quienes conozcan o no el cómic en cuestión, pues permite ambas lecturas en tanto que lo que pretende es reflexionar sobre la identidad y la máscara, no hacer una burda versión poética del tebeo.
Así pues, este libro está compuesto por cinco partes, cada cual precedida por un haiku introductorio, entre los cuales podemos encontrar pequeńas joyas como “Para el que ha visto/cómo despierta un sol/nunca amanece”. La primera parte nos presenta a los que podríamos calificar como auténticos protagonistas del cómic, empezando por el primer personaje en aparecer,
El Comediante, cuyo último verso podría calificarse de desolador al mismo tiempo que nos arranca una sonrisa (“Había comprendido la broma de la vida”) y cerrándolo por uno de los “malos” de la historia:
Moloch, cuyas reflexiones sobre la amistad y la muerte no dejan indiferente a nadie. Especial atención le prestaría al poema
El juez de toda la tierra, sin duda uno de los mejores del libro.
La segunda parte, no obstante, está repleta de los otros superheroes: aquéllos que alguna vez lucharon contra el mal pero que no corresponden a las últimas filas. Diferentes versiones del mundo entre las que se encuentran los emocionantes
El viejo búho y
La silueta. Tanto la tercera y la cuarta parte nos presentan a otros personajes del tebeo que se encuentran fuera –o no- de la rutina de los superheroes. Así,
La madre de Roscharch o
La amante del Dr. Manhattan también tienen algo que decir, al igual que
La enamorada, cuyos desgarradores versos hacen honor a la cita de éluard que le precede: “Y mi amor sobre él/como una bestia húmeda”. Y es que la estructura de este libro es densa y elaborada: cada poema se ve introducido por una cita de un autor distinto (incluso el mismo Alan Moore, en el caso de
Moloch), y las partes, como ya se mencionó, comienzan con un haiku, creando ésto una red de alusiones e imágenes que atrapan al lector en un mundo muy interesante.
Las referencias culturales eran casi obligatorias, en tanto que el mismo libro lo es, y por ello el poeta se adscribe tanto a códigos musicales (The Velvet Underground, Bob Dylan, Javier Corcobado) como poéticos (clásicos espańoles como Cernuda, surrealistas como éluard, olvidados como Costafreda, jóvenes como Ruben Martín) e incluso filosóficos, siendo una genial cita de Nietzsche la última con la que Raúl Quinto nos obsequia. Y es que la quinta parte no está exenta de filosofía: sólo dos poemas la componen:
El náufrago, protagonista del metacómic que hallamos en
Watchmen, y el tríptico
El escritor, donde el autor reflexiona sobre esta condición.
Por otro lado, no es el primer caso de un poeta que se basa en un cómic, pues Ana María Moix, Leopoldo María Panero y Luis Alberto de Cuenca (por citar algunos) ya han tocado esta temática, pero nunca de una manera tan radical como es la de basar un libro en su totalidad en un tebeo, siendo éste el motivo por el que resulta tan peculiar su lectura.
En definitiva, es un libro interesante y muy arriesgado, con una fuerza y magia especiales, que sabe a nuevo y a viejo, a lo más profundo de todos nosotros; y que debería ayudar a derribar los muros entre la “alta cultura” y la “subcultura” a la que todavía pertenece el cómic.
M.S.