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En la llama (1943-1959) de Juan-Eduardo Cirlot
Febrero 2006
Título: En la llama (1943-1959)
Autor: Juan Eduardo Cirlot
Edita: Siruela
Género: Poesía
Precio: 30 €
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Juan Eduardo Cirlot (Barcelona 1916-1973), músico dodecafónico (formó parte del círculo de Manuel de Falla), simbólogo (iniciado por Marius Schneider) y destacado crítico literario, fue uno de los poetas más excepcionales de la poesía española del siglo XX. Situado en la heterodoxia porque no entró en el debate oficialista que marcó en buena medida la poesía española de posguerra, Cirlot fue tejiendo una obra poética genial marcada por el surrealismo y una cosmogonía simbólica de propios universos imaginativos desde la expatriada soledad del eremita, para adentrarse en el misterio de la existencia humana desde las filosofías orientales, el gnoscismo, el orfismo, el sufismo, la Cábala, etc., hasta lo que significó la permutatoria y combinatoria bajo el simbolismo mágico y religioso o el hermetismo letrista en su afán por profundizar en otra realidades más allá de la palabra y la verdad. Este volumen que selecciona buena parte de la obra del poeta escrita entre 1943-1959 y titulado precisamente
En la llama, como uno de sus primeros libros de connotaciones místicas de 1945, recogería poemarios iniciales y centrales a cargo del arquitecto y escritor Enrique Granell; anteriormente el ciclo experimental en torno a la figura de Bronwyn había sido editado excelentemente también por Siruela de la mano de la hija (profesora y autora de estudios como
Figuras del destino. Mitos y símbolos de la Europa Medieval, 2005) Victoria Cirlot o estudiado por Jaime D. Parra en
El poeta y sus símbolos (2001), mientras el grupo de obras finales (1966-1972) apareció en Editora Nacional en 1974 de la mano de Leopoldo Azancot. Era necesario y justo pues el rescate de estos libros de difícil acceso al lector por haber sido publicados la mayoría de ellos en
plaquettes en ediciones limitadas, por no decir de los poemas aparecidos en revistas de la época, podemos acceder así al Cirlot surrealista de la vertiente telúrica y apocalíptica que marcó en su línea soterrada las primeras décadas de posguerra junto a Labordeta, álvarez Ortega o José Luis Hidalgo, un surrealismo caracterizado por la violencia anímica y los universos irredentos bajo una subjetividad críptica, correlato de la angustia existencial del ser humano con su ideales caídos en una sociedad alienante: son los sucesivos
Cantos de la vida muerta (1946, 1953, 1954, 1956) y
Donde las lilas crecen (1946), pero sobre todo el imaginismo cósmico de bellas metáforas modernistas y símbolos oníricos que se inicia con
Seis sonetos y un poema del amor celeste (1943) y
La muerte de Gerión (1943) -de ecos valeryanos- para fundamentarse ya todo el mundo cirlotiano en
árbol agónico y
En la llama (sintomáticamente ambos de 1945). Poesía órfica a la búsqueda de la amada perdida o el paraíso destruido que aparece ya en
Susan Lenox (1947) y que se va consolidando en obras de 1949 como
Elegía sumeria,
Lilita o
Eros, a veces con incursiones en la poesía cotidiana como fue
Diariamente (1949), producto del realismo del momento, o los numerosos poemas de circunstancias de las revistas que recoge este magno volumen, sin abandonar nunca el surrealismo de la prosa poética que ofrecen los 80 sueños (1951) donde asoman isotopías infernales, o el misterioso
La dama de Vallcarca (1957), a la que habría que añadir esa poesía elegíaca y oracional de tintes visionarios que lo caracterizan y que se encuentra presente en
Cordero del Abismo (1946) y que inicia la indagación en la experiencia de dolor místico del Libro de las oraciones (1952) y que luego encontraremos en obras de los años sesenta como
Regina Tenebrarum o
Las oraciones oscuras (ambas de 1966). Asimismo, una poesía de aproximación a grupos experimentales de la revista
Dau al Set (1948-1954) que dirigían Tharrats, Tàpies, Ponç, Brossa y Cuixart, da buena muestra esta recopilación bajo el epígrafe del mismo título y donde se revela el magisterio de alquimistas y heterodoxos como Llull, Shönberg y Gaudí o de pintores como Ernst hasta la música del jazz pudieran ejercer en nuestro poeta, a la vez que se van revelando mitos significativos como Osiris y Mitra que explicarían esa tendencia religiosa de exacerbado desconsuelo que ha definido a Cirlot desde
Libro de las oraciones (1952) bajo tonos de letanía visionaria hacia lo que pudo representar una lírica cada vez más transcendental de la mano de la experimentación poética que implica el juego de la combinatoria, que aparece ya en El Palacio de Plata (1955), y que marcará su segunda etapa: el ciclo Bronwyn o
Inger Permutaciones, poemarios que van configurando una poética sin parangón en las letras hispánicas del siglo XX y que este volumen hace imprescindible para la total reivindicación y conocimiento del escritor, a la espera de la publicación del próximo volumen que recoja las obras de los años 60 y su etapa final, sin soslayar una prosa poética, la de por ejemplo
Ontología(1950) perteneciente a la época de
Dau al Set y que inauguraría una vertiente de reflexión estética y aforística del que Cirlot es también precursor.
Francisco Ruiz Soriano