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El sueño del Celta, de Mario Vargas Llosa

Diciembre 2010

Título: El sueño del celta
Autor: Mario Vargas Llosa
Edita: Alfaguara
Páginas: 464
Precio: 22 Euros [Comprar >>]


En la rueda de prensa del pasado día 4 de noviembre, Mario Vargas Llosa apareció visiblemente cansado y, aunque obediente a las indicaciones de la nube de fotógrafos que le esperaba alrededor de la mesa, se le notaba abrumado por tanta atención mediática. Ambas cosas -su cansancio y el atosigamiento- las explicó él mismo a lo largo de la rueda de prensa, cuando respondiendo ya a las preguntas se le notó más animado, y explicó que desde que le concedieron el Nobel apenas duerme dos horas al día y que el acoso al que está sometido le abruma sobremanera y le ha roto sus estrictos horarios de trabajo, por lo que desea que acabe pronto. Efectivamente el acoso es similar al de un personaje del mundo rosa. A los fotógrafos al inicio de la rueda de prensa prácticamente hay que espantarlos transcurridos unos minutos sin que se decidan a alejarse, los organizadores tienen incluso que pedir a algunos que se bajen de las sillas reservadas donde se han encaramado para captar una mejor imagen del escritor.

Pero de lo que se trataba entonces era de presentar El sueño del celta y ahora de reseñar esta última novela de Vargas Llosa. Quizá no es de las mejores de Vargas Llosa y personalmente suelo preferir las que nacen de la pura imaginación del peruano a las que escribe basándose en hechos o personajes reales, sobre todo si, como en este caso, la historia real o conocida, aunque pasada por el tamiz del novelista, es el núcleo central y fundamental de la obra. En este caso, la obra sigue la figura de Roger Casement, quien participó en la colonización del Congo y retrató los horrores que dicha colonización supuso. El interés de Vargas Llosa por este episodio y por la siguiente denuncia que también Casement realizó de la situación en las caucherías del Putumayo, muestra su preocupación por lo que en un momento dado de la rueda de prensa denominó "barbarización", recordando igualmente "El corazón de tinieblas" de Joseph Conrad, que también fue amigo de Casement. Esto es, el hecho de que en situaciones sin ley, o donde esta se relaja, o donde reina la impunidad, personas que son supuestamente "buenas" ("civilizadas y educadas" dijo Vargas Llosa) acaban cometiendo las peores atrocidades. La novela narra por tanto los viajes de Casement por el Congo y la Amazonía, pero también su estancia en otros países como Estados Unidos o Alemania, pero sobre todo refleja lo que podemos llamar el viaje interior de Casement que le lleva de pensar en su juventud que la civilización (occidental) puede exportarse a regiones remotas donde no existe, a darse cuenta de que la civilización acaba moviéndose no por ese afán civilizador que le impulsaba a él, sino por la codicia, y apropiándose de los recursos y las personas por pura avaricia, abusando para ello de la mayor crueldad. Este viaje le lleva también como en una forma de contraste a abrazar el nacionalismo como reacción al imperialismo y colonialismo cuyo resultado él pudo ver con sus propios ojos. Casement fue ejecutado precisamente por su "traición" al imperio inglés al conspirar con los alemanes durante la I Guerra Mundial para que estos ayudaran en una insurrección irlandesa que permitiera su emancipación del imperio inglés. Dicha insurrección finalmente se realizó antes de que existiera acuerdo con Alemania, en la desgraciada semana santa de 1916 a la que Casement no puedo siquiera incorporarse aunuque se le consideró incluso inspirador de la misma. Precisamente este contraste entre imperialismo o colonialismo frente al nacionalismo resulta curioso en la obra de Vargas Llosa que es conocido también por su denuncia de los males del nacionalismo. Efectivamente, ambas facetas, el imperialismo y el nacionalismo pueden llegar a justificar las máximas atrocidades, presentándose a veces como caras de la misma moneda. Casement se dio cuenta de que si luchaba contra el colonialismo en el Congo por lo que suponía de injusto y cruel, no podía justificar el colonialismo inglés en su propia tierra, Irlanda.

Cuando escuchaba las respuestas de Vargas Llosa en la rueda de prensa, y antes de leer la novela, no me cabía duda de que este episodio novelado que es un momento concreto de la historia del colonialismo, no es un episodio aislado, ni podemos por supuesto creer que la colonización del Congo fuera mejor ni peor que otras. Quizá no habría que irse muy lejos y recordar la Guinea española, donde los casos de asesinatos de indígenas, y la crueldad contra ellos, tampoco eran nada excepcional. Pero es que hoy mismo en pleno siglo XXI la crueldad y la avaricia humana sigue funcionando de forma muy similar. Desgraciadamente la historia del Congo y de Casement se repite continuamente. En aquel entonces la excusa era que los indígenas tanto del Congo como del Putumayo eran "malos", salvajes que mataban a sus hijos cuando eran gemelos, o que practicaban el canibalismo. La mera enumeración de estas acciones parecen justificar que se les civilice, y que, paradójicamente, se les civilice de forma salvaje. La justificación para torturarles, esclavizarles y matarles estaba precisamente en esa supuesta maldad congénita de los indígenas. Los civilizados europeos que supuestamente no cometían esas atrocidades, sin embargo, no dudaban en amputar miembros a los indígenas como castigo por no traer las cantidades estipuladas de caucho, azotarles, o directamente matarles como si no fueran más que animales (ejemplos hay en la novela, y seguramente la realidad supera con mucho a la que se refleja en la ficción en este caso). Casement descubrió con horror que los educados europeos no traía consigo por tanto la civilización al Congo o al Putumayo sino la crueldad más extrema surgida de la codicia. Lo denunció en su informe del Congo y en su informe sobre las caucherías del Putumayo, ganándose por un lado honores de héroe pero por otro las iras y el odio de muchos otros que quizá, de alguna forma, contribuyeron a su final.

Leyendo esta historia no puede dejarse de hacer un paralelismo con el mundo de hoy, un siglo después donde en el fondo no han cambiado tanto las cosas. Hoy con la excusa también de practicas salvajes o del terrorismo (que también es un acto de salvajismo pero que en el mundo actual sirve igual para un roto que para un descosido porque es la excusa perfecta para cometer asimismo la peores barbaridades) el imperio va a civilizar otras regiones del mundo a sangre y fuego, para finalmente ver que ni las civiliza (quizá porque ya lo estaban o porque no interesa realmente aportarles lo que de bueno pueda realmente tener nuestra sociedad "civilizada") ni tampoco trae la seguridad o la humanidad, pues los supuestos civilizadores acaban mostrándose salvajes (pensemos por ejemplo en Abu Ghraib) y demostrando que en el fondo les mueven motivos muy distintos de un afán civilizador o democratizador. Quizá en este caso no es el caucho, sino el petróleo, y sobre todo exportar el negocio (en el caso de Irak, incluso el propio negocio de la guerra) a nuevas regiones. Esa es la situación actual, muy similar a la de entonces. Incluso si entonces Casement fue el héroe que lo denunció, también tenemos hoy héroes como Bradley Manning juzgado por revelar secretos militares que no son tales, sino hechos abyectos que ponen al descubierto esa misma crueldad e injusticia reflejada ahora en muertes de civiles, ejecuciones, torturas, etc. cometidas por los "ejércitos civilizadores". Y casi de forma similar a como a Casement se le intentó desprestigiar después con su supuesto "sucio" diario -cuya autenticidad no está aun hoy completamente verificada, pero que Vargas Llosa se inclina a creer auténtico en el sentido de escrito por Casement aunque no vivido, sino imaginado en gran parte, tal y como lo refleja en la novela- por sus prácticas homosexuales o pedófilas, hoy a alguien como Julian Assange que lidera Wikileaks para descubrir al mundo otras verdades también atroces, se le acusa de dos casos de supuestos abusos sexuales y en el momento en el que cierro estas líneas está en la cárcel esperando ser extraditado o no a Suecia (y seguramente después a EE.UU). Los paralelismo son claros porque desgracidamente en este sentido nada ha cambiado tanto. En el Congo no había ley y como dice Vargas Llosa, sin ley surge la "barbarización", pero es que en otras regiones del mundo sucede hoy lo mismo. Por eso el libro de Vargas Llosa, más allá incluso de sus propias intenciones, creo que no denuncia solo una situación de hace 100 años (aunque sus consecuencias siguen ahí tanto en una zona del mundo como en la otra y explican muchas cosas y deberían avergonzarnos también a muchos) sino precisamente esa avaricia de la civilización que lleva a la barbarie y la crueldad. Se puede establecer el paralalismo con Irak por su actualidad (a mí me surgió rápidamente al escuchar las palabras de Vargas Llosa en la rueda de prensa, y me siguió apareciendo durante la lectura de la novela) pero en el mismo Congo ahora no es el caucho sino el coltán, un mineral imprescindible que se usa en los móviles que todos llevamos en el bolsillo, y en otras regiones de África son los diamantes de sangre y en otras regiones será el trabajo infantil u otras formas de explotación y miseria, exportación del mundo civilizado que no lleva esa supuesta civilización a otras regiones sino que a menudo trae su propia miseria y violencia, con la excusa de que la que ya existe allí no podemos soportarla

Claro que esto pretendía ser una reseña.

La novela está escrita desde luego con la prosa exquisita de un nobel, y la historia, a pesar de que uno pueda conocer el final, atrapa al lector que sigue los pasos de Casement con el apasionamiento propio de una novela, aunque quizá, sobre todo en la última parte, la novela resulte un poco pesada porque parece más una biografía pormenorizada que una novela biográfica con detalles de viajes y movimientos que poco aportan ya a la ficción. Casement creo que esta construido como un personaje cargado con una profunda tristeza y desde luego a menudo desolado, al que poco puede ilusionarle -solo a veces, la esperanza de una Irlanda "libre"- y al que el recuerdo de una infancia feliz perdida -por la muerte de su madre- le acompañará durante toda su vida, en una metáfora también de esa Irlanda "libre". Abrumado también por las circunstancias de su homosexualidad en una época y un país profundamente puritanos que, pensando ya en el personaje histórico más que en el literario, debieron causarle quizá también un profundo malestar vital.

La construcción en flashback, alternando capítulos en la cárcel esperando la conmutación de la sentencia de muerte con otros que narran su vida en orden lineal, es una construcción perfecta teniendo en cuenta que se trata de una novela basada en hechos históricos y personajes cuyo final se conocen, y está construida con la maestría habitual de Vargas Llosa que sabe mostrarnos un conjunto de historias muy completo a través de retazos que acaban dándose sentido los unos a los otros.

Creo que es una novela triste, no solo porque el personaje lo sea y desde luego los hechos que se describen sean terribles, sino porque la novela deja también escasos resquicios a la luz que sí encontramos en otras obras de Vargas Llosa. Por supuesto el humor no está presente, y se nota quizá un tono de novela crepuscular, no en el sentido de que sea ni la última ni creamos que marque un ocaso del escritor -pues como contestó a preguntas de periodistas suecos, va a seguir hablando como un loro y la muerte le pillará con la pluma en la mano-, sino porque muestra cierto desengaño del mundo. Digamos que hay en la novela poco resquicio a la esperanza de que el mundo cambie. Aunque Vargas Llosa en su actividad pública siga denunciando lo que él considera injusto o negativo para la convivencia general, en esta novela como en su aparición en la rueda de prensa, se refleja ya un cansancio vital y un convencimiento quizá, aunque seguramente se resista a ello, de que el mundo no va a cambiar, de que el ser humano, en lo esencial, seguirá siendo siempre un lobo para el hombre.

Valentín Pérez Venzalá

Valentín Pérez Venzalá (Editor). NIF: 51927088B. Avda. Pablo Neruda, 130 - info[arrobita]minobitia.com - Tél. 620 76 52 60