Revista Minotauro Digital (1997-2013)
Compártelo Tweet
Enero 1999
Cerca del sueñoAmada entre los nardos,
entre el perfume amado de los nardos
encontrada
tu desnudez dichosa
abriéndose a la sombra y a la luz.
Encontrada entre nardos, sudorosa
y límpida,
sobre el tapete rojo, azul y rojo,
cerca del sueño y la felicidad, abruptamente nueva
como un paisaje nuevo
a labios recorrido, como una pared fresca
de fresquísima cal.
La claridad me dice de tu olor
que me estás esperando, aunque dormida.
Tiempo era de irse
y el relámpago
iba nombrando el tiempo de ese tiempo. Versos iban
atravesando la garganta, flechas
al guerrero perdido. Un pajarillo
se volvía estrella de agua en la mañana
y las perlas de la virgen
era todo lo que podía decir, en un murmullo de oración, el espino florido. Caían
montones de colores desde un avión moldeado
por la mirada de los niños, y el cerillo raspado de la abuela
encendía la casita, ocote, carbón, sal, lo prodigioso
del silencio de cobre y la sorpresa nueva del viejo atole blanco.
Dicen que era de noche todavía, pero era
de ver a qué horas todo el tiempo; en el espejo del ropero,
en la recién sacada punta del lápiz nuevecito, en el cisne que andaba por las hojas
de los ojos del sueño.
Ay, el cucharazo de peltre de la madre, en la canilla, y el pie con la navaja de rasurar cortado porque te gritan
y tú estás amarrado jugando a que eras el ladrón y te agarraron, y la brasa, también, adentro del huarache. Tiempo, tiempo
de irse
de ese juego
y de todos los juegos siempre, siempre.
Y a veces siempre no pero de todos modos siempre.
Te fuiste del trajín de los periódicos
y del halcón de los amigos,
te fuiste
de cantando bajo la lluvia y el bailoteo
sobre los charcos desvelados de amor a punto de destruir
el orden del guardián de la lluvia y el orden.
Te has ido siempre que es tiempo de partir; digo, te has ido
con música a la parte de la música:
de la frescura de las higuerillas
al pelo del elote y de su tierno olor
a la húmeda espiral del frijol en la milpa.
Aguamiel de la vida a paso de burro nunca arrepentido
has venido bebiendo. Yo te juro (bueno, jurar no es bueno), yo te digo
acariciaste la oxidada lámpara
y un soplo vino a abrirte el corazón
como un reloj solar la voz de quienes sufren
de siempre un alacrán en el zapato, de siempre siete espadas donde debían salir
la reina de diamantes o el caballo de oros, de siempre el humo
de leño remojado en la tormenta, ¿oíste que tronaban
el tronco del guamúchil, las tejas, el tumbo del granizo
en la tina embrocada? Era el tiempo de irse, siempre es tiempo
y a tiempo queda bien. Ya era tiempo, me dicen, de que fueras diciéndolo,
y aquí lo digo.