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Poemas

Por Ricardo Yáñez

Enero 1999

Cerca del sueño

Amada entre los nardos,

entre el perfume amado de los nardos

encontrada

tu desnudez dichosa

abriéndose a la sombra y a la luz.

Encontrada entre nardos, sudorosa

y límpida,

sobre el tapete rojo, azul y rojo,

cerca del sueño y la felicidad, abruptamente nueva

como un paisaje nuevo

a labios recorrido, como una pared fresca

de fresquísima cal.

La claridad me dice de tu olor

que me estás esperando, aunque dormida.



Tiempo


Tiempo era de irse

y el relámpago

iba nombrando el tiempo de ese tiempo. Versos iban

atravesando la garganta, flechas

al guerrero perdido. Un pajarillo

se volvía estrella de agua en la mañana

y las perlas de la virgen

era todo lo que podía decir, en un murmullo de oración, el espino florido. Caían

montones de colores desde un avión moldeado

por la mirada de los niños, y el cerillo raspado de la abuela

encendía la casita, ocote, carbón, sal, lo prodigioso

del silencio de cobre y la sorpresa nueva del viejo atole blanco.

Dicen que era de noche todavía, pero era

de ver a qué horas todo el tiempo; en el espejo del ropero,

en la recién sacada punta del lápiz nuevecito, en el cisne que andaba por las hojas

de los ojos del sueño.

Ay, el cucharazo de peltre de la madre, en la canilla, y el pie con la navaja de rasurar cortado porque te gritan

y tú estás amarrado jugando a que eras el ladrón y te agarraron, y la brasa, también, adentro del huarache. Tiempo, tiempo

de irse

de ese juego

y de todos los juegos siempre, siempre.

Y a veces siempre no pero de todos modos siempre.

Te fuiste del trajín de los periódicos

y del halcón de los amigos,

te fuiste

de cantando bajo la lluvia y el bailoteo

sobre los charcos desvelados de amor a punto de destruir

el orden del guardián de la lluvia y el orden.

Te has ido siempre que es tiempo de partir; digo, te has ido

con música a la parte de la música:

de la frescura de las higuerillas

al pelo del elote y de su tierno olor

a la húmeda espiral del frijol en la milpa.

Aguamiel de la vida a paso de burro nunca arrepentido

has venido bebiendo. Yo te juro (bueno, jurar no es bueno), yo te digo

acariciaste la oxidada lámpara

y un soplo vino a abrirte el corazón

como un reloj solar la voz de quienes sufren

de siempre un alacrán en el zapato, de siempre siete espadas donde debían salir

la reina de diamantes o el caballo de oros, de siempre el humo

de leño remojado en la tormenta, ¿oíste que tronaban

el tronco del guamúchil, las tejas, el tumbo del granizo

en la tina embrocada? Era el tiempo de irse, siempre es tiempo

y a tiempo queda bien. Ya era tiempo, me dicen, de que fueras diciéndolo,

y aquí lo digo.

Valentín Pérez Venzalá (Editor). NIF: 51927088B. Avda. Pablo Neruda, 130 - info[arrobita]minobitia.com - Tél. 620 76 52 60