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El escritor como ensayista
Por Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan
Enero 2005
La casualidad de la lectura de varios autores sudamericanos, Ricardo Piglia, Roberto Bolaño y Alan Pauls, me sorprende con tres libros felices,
Formas breves, que ya ha había leído anteriormente,
El factor Borges y
Entre paréntesis, unidos los tres por el género ensayístico y la búsqueda de sus lecturas favoritas o de algunos rasgos con que se puedan identificar.
De entre ellos, el libro de Pauls es el más trabado, y en cierto sentido el más meritorio pues hay que tener mucho coraje para atreverse a añadir otro volumen más a la ya inmensa y en muchos casos redundante bibliografía sobre Jorge Luis Borges, o simplemente Borges. Lo hace Pauls no solo desde la erudición, aunque no se le puede negar su conocimiento profundo, sino desde la singularidad que proporciona el enfoque personal. No se puede decir que
El factor Borges sea original -- ¿acaso puede haber aún algo original en lo que se escribe sobre Borges? – pero sí que al menos escruta a Borges desde un punto de vista personal y que apenas se ha tenido en cuenta. Pauls se adentra en los márgenes de la creación borgesiana y fija su atención en detalles que en un principio parecerían nimios pero que, por el contrario, tienen una mayor relevancia de lo que se piensa.
Borges nació en el último año del siglo XIX, aunque en su juventud él falseara la fecha y la hiciera coincidir con el año inaugural del siglo XX, ese que se nos presentó como tan moderno y repleto de promesas. Ya cuando intuía su importancia y grandeza, cuando de nada servían las vanguardias y otras modernidades de corto vuelo, Borges se reclamó hijo del XIX no solo declarando su verdadera fecha de nacimiento sino mostrando su predilección por autores decimonónicos con el propósito de colocarse dentro de las filas de la tradición como T.S. Eliot había pedido en “Tradition and the Individual Talent”. Se salía así de la historia para situarse en la atemporalidad del clásico, al igual que se salía de la tradición argentina y se reclamaba heredero de los románticos ingleses, en especial de aquellas figuras no canónicas pero que en su excentricidad irradiaban un extraordinario atractivo.
La lectura del libro nos revela si no lo sabíamos de antemano que Borges trazó su carrera literaria con asombrosa lucidez, y no me refiero solo a la persecución de la gloria, más bien pienso en cómo se integró en ese grupo de escritores marginales, de una riqueza intelectual sorprendente, atractivos y frescos pero cuyos intereses se acomodaban mal con la idea de una corriente literaria única; escritores, en fin, demasiado personales como para dejarse llevar por el ímpetu del flujo de lo trillado.
Ricardo Piglia practica un ensayo fragmentario y acotado, cercano a lo narrativo y a la invención, personal y lúdico, como si quisiera descargarlo de la solemnidad que la esclerotización del género que le ha impuesto. Son pequeños textos, que parecen casi casuales apuntes sobre algunos escritores o sobre problemas del cuento. Resulta curioso comprobar que Piglia también fija su atención elementos marginales de la literatura argentina. Que Macedonio Fernández sea un gran escritor no obsta para ver que su lugar es excéntrico, al igual que Ricardo Arlt, recuperado por el propio Piglia – casi una invención suya según algún otro escritor – o el mismo Borges. ¿A cuento de qué ese interés por lo marginal, por aquello que pudo ser pero no terminó de desarrollarse en su integridad, ya fuera por desidia, incapacidad, falta de mimbres o estudiadísimo plan? En “La novela polaca” Piglia llama la atención acerca de un ensayo de Borges, “El escritor argentino y la tradición” en el cual Borges se pregunta qué quiere decir eso de la tradición argentina y cuáles son los caminos practicables para cualquier escritor argentino. Tras un repaso al costumbrismo y al nacionalismo, Borges lanza su tesis así como quien no quiere la cosa. El escritor que no pertenece a las literaturas establecidas hace siglos, o lo que es lo mismo, el escritor no europeo puede hacer un uso personal de cualquier tradición literaria, puede ser irreverente, utilizarlas de manera heterodoxa, para las fines que la nueva literatura pide; en resumen, puede asaltar la fortaleza de la literatura para falsificarla, traducirla e inventar modismos nuevos, puede mezclarla con otras, combinar sus registros o sus filiaciones. En una palabra, puede ser libre para así crear lo que las condiciones del Nuevo Mundo requieren – y ya no solo de América, sino de todas aquellas zonas que no son Occidente y que van construyendo sus propios sistemas literarios, a veces mucho más interesantes que los europeos canónicos.
La literatura no es una cuestión nacional, lo de menos es si el escritor argentino utiliza un lenguaje que se pueda identificar con lo argentino, si sitúa sus novelan en lugares argentinos o si sus personajes son argentinos. Al fin y al cabo, la Postmodernidad tenía que servirnos para deslocalizar también la cultura, aunque en el fondo haya tendencias que busquen la mayor de las localizaciones, la del costumbrismo, tan abundante y tan aburrida. ¿Se ha preguntado alguna vez el lector por qué ese afán de que nos cuenten lo que ya sabemos, por qué ese gusto por identificar los lugares y las costumbres, los personajes y sus motivaciones?
Situarse en los márgenes significa también prestar atención a géneros literarios poco frecuentados o, al menos poco estimados por los lectores y por la crítica – esa especie perversa de lector –, de ahí que Piglia diserte, o divague, sobre el cuento, y lo haga en ensayos casuales como ya he apuntado. El cuento tiene que ver con los márgenes, con las historias secretas y con los escritores que no desean una carrera literaria fulgurante y establecida. El cuento, al igual que el ensayo o las novelas de Macedonio, es el género en cierto modo preferido por los lectores de verdad. No se trata solo de afirmar que el cuento e una iluminación profana, como hace en algún momento de “Tesis sobre el cuento”, ni siquiera de decir que se centra en ese espectro de población marginal y desconocido – famosa tesis de un cuentista crítico, y que tiene su grano de verdad, pero solo grano.
Piglia dice en alguno de sus escritos que la crítica es la forma moderna de autobiografía, afirmación que con reservas o con una comprensión adecuada se puede aplicar a sus escritos y a los artículos y conferencias de Roberto Bolaño, compiladas en
Entre paréntesis. La autobiografía de un escritor son sus escritos y sus lecturas. Poco importa su vida diaria para disfrutar de lo que escribió o escribe o escribirá. Bolaño no es un escritor marginal, al menos no pretende serlo, ni parecía sentirse a gusto en el exilio, ni siquiera estoy segura de que se sintiera exiliado a pesar de ser chileno y vivir en Blanes. Bolaño nos fue entregando el diario de sus lecturas, de sus filias y fobias, de su postura política contraria a cualquier tiranía y su emplazamiento intelectual fustigador de cualquier dogmatismo. Para él el exilio era el valor, y de este tenía bastante, al menos el suficiente para enfrentarse a los acomodados intelectuales que apoyan regímenes tiránicos desde las democracias de sus países.
Bolaño, chileno, ha escrito sin duda alguna la mejor novela mexicana,
Los detectives salvajes, aunque habría que preguntarse por qué es mexicana si la escribe un chileno y la escribe en España. Acaso la nacionalidad de la literatura sea algo poco importante, o ni siquiera exista. Lo que importan son sus artículos y sus cuentos, sus conferencias y sus novelas.
Sé que en alguno de sus artículos Bolaño adelanta la tesis de que la literatura hispanoamericana y la española son una misma literatura, que no merece la pena hacer distingos, y que lo de menos en el lugar de origen en el mapa. Lo de menos es el margen o el centro, y aunque no le falte razón, tampoco está de más pensar sobre la pareja conceptual no para crear una dicotomía empobrecedora sino para ver los mutuos enriquecimientos posibles, como ya hicieron Borges o él mismo, o en otro ámbito Salman Rushdie.
Santiago Rodríguez Guerrero-Strachan es autor del libro
En torno a los márgenes. Ensayos de literatura poscolonial, editado por Minotauro Digital.
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